jueves, febrero 13, 2025
spot_img
InicioParlaApartheid inmobiliario: el sistema de discriminación en la vivienda en Sudáfrica.

Apartheid inmobiliario: el sistema de discriminación en la vivienda en Sudáfrica.

Ursino Gallego falleció en 1979 en Parla a causa de una hemorragia interna provocada por una pelota de goma lanzada por agentes de la Policía Nacional. Los ciudadanos de la ciudad sureña de Madrid, unos 40.000 en ese momento, estuvieron aislados durante dos semanas. Hubo protestas por los cortes constantes de agua y porque la Autovía Madrid-Toledo estaba planeada para atravesar el centro de la ciudad. Estos eventos se conocen como «La Insurrección de Parla», un lugar humilde y obrero, abandonado en su momento por las administraciones en cuanto a servicios públicos, y que servía como lugar de hacinamiento para la clase trabajadora. Aquellas ciudades donde se concentraba el trabajo fueron nombradas por Soleá Morente en una canción para una exposición en el Reina Sofía como «Campos de concentración de exiliados laborales».

Estamos en el 2022. Parla ha mejorado su calidad de vida, a pesar de ser uno de los pueblos con menores ingresos de la Comunidad de Madrid. Ya no hay problemas con la escasez de agua y solo hay 32 pisos en alquiler, todos con un mínimo de 700 euros excepto uno que tiene un precio de 550 euros. La renta media en esa ciudad es de 23.000 euros. Por lo tanto, es normal que estos precios estén destinados a exiliados de una corona más cercana al centro de Madrid que tienen que abandonar su origen, familia, barrio y estructuras de sentimiento que los atan a sus propias vidas. Es elaborado por la clase trabajadora de una gran ciudad y los suburbios, pero también por la de zonas rurales o provincias y comunidades donde el desempleo es apremiante y la vivienda escasea. Esto lo dicta el mercado y la propiedad privada que opera como un dogma en beneficio de los rentistas y el sufrimiento de quienes trabajan. Desde la muerte de Ursino hasta la búsqueda en Idealista, los años de vida que he pasado y el conocimiento, por experiencia propia y la de mi familia y amigos, de los problemas de vivir en las afueras de una gran ciudad donde se encuentra la capital. Nacidos en las afueras para ser expulsados cada vez más lejos. de los lugares donde se decide nuestra propia vida, de los lugares donde tendremos que ir y firmar cada vez más.

Una escena televisiva se difundió rápidamente en las redes sociales este fin de semana. Fue el primer programa laSexta Xplica y Sabela, una joven trabajadora, contó su experiencia sobre la dificultad de alquilar un piso en Madrid que no le cueste la mitad de su sueldo. Su salario está por encima de lo que gana la mayoría de la población, alrededor de 1.700 euros. Es indecente que este salario sea mayor, pero lo es, y no encuentra un estudio en condiciones de vida dignas por 700 euros. La respuesta del economista Gonzalo Bernardos es indignante para cualquiera que sepa lo que es intentar ganarse la vida en una comunidad como Madrid. «¿Y si nos alejamos 40 kilómetros de Madrid? […] En Móstoles se vive muy bien, en Aranjuez se vive muy bien […] «Lo que no podemos hacer es que el hijo o la hija vivan al lado de la madre».

Está todo tan mal en esa intervención que solo alguien con la distancia sideral de la realidad social de la clase trabajadora puede hacer este comentario en la televisión sin sentir vergüenza. El privilegio aparece en cada letra de esa frase, quizás sin darnos cuenta, tal vez en los intereses inmobiliarios que representa. Lo que es seguro es que hay un sesgo de clase dominante en esa frase que solo aquellos de nosotros que hemos experimentado algunas de las condiciones de esa frase podemos reconocer. La expresión rezuma clasismo. Si no puedes pagar lo que dicta el mercado, tendrás que ir muy lejos con tu gente, a las leproserías que operan como método de apartheid para la población proletaria.

Vivo en Fuenlabrada cerca de Móstoles, conozco de primera mano lo que significa vivir alejado de todo. Fuenlabrada, al igual que Móstoles, son ciudades con una calidad de vida aceptable, ya sea trabajando de forma remota o localmente. Esta cualidad desaparece si tienes que desplazarte para cumplir con tus obligaciones laborales en la zona norte de la ciudad, donde suele estar ubicada, o en el centro de Madrid. Vivir en la periferia implica agregar dos o tres horas diarias de viaje en transporte público a tu jornada laboral, un poco menos, no mucho, si lo haces en vehículo propio y te levantas un poco más temprano. Cuando se mencionan los tiempos de viaje, se nota quién habla sin haberlos vivido porque no los sufre. Mira Google Maps y cree que esos son los tiempos de viaje reales. Sin ir de tu casa a la estación, sin contar tiempos de espera, sin contar averías e incidencias, sin contar transbordos, sin contar trabajo y reparaciones constantes.

La cuenta de información de Renfe en Twitter informó a una chica que preguntaba cómo llegar de Atocha a Parla debido a una incidencia en el servicio: «Buenos días, para llegar a Parla hay que coger el tren hasta Villaverde Alto y una vez allí hacer transbordo a trenes con destino a Las Margaritas. Desde Las Margaritas, autobús hasta Getafe Sector Tres y allí, finalmente, tren lanzadera hasta Parla. Una cuenta respondió sarcásticamente: «Si no quieres que la chica se vaya, todo lo que tienes que hacer es decírselo». Pero a la niña no le queda más remedio que marcharse o volver, porque vivir en Parla y trabajar en Madrid es ese sacrificio perpetuo. Es Desperdiciar tu vida esperando y viajando.

La clase trabajadora ha estado históricamente segregada en centros residenciales destinados únicamente al descanso y sin espacios de socialización y ocio. Por tanto, cuando las ciudades sede adquirieron estos servicios públicos, culturales y recreativos, los precios subieron, expulsando a un nuevo círculo de la periferia a todos aquellos herederos de generaciones de quienes vivieron en uno de aquellos campos de concentración laboral. La burbuja inmobiliaria y la especulación expulsaron a las generaciones actuales y a sus predecesoras de sus propias ciudades.

Vi a muchos amigos de mi generación mudarse a Carranque, Yeles, Illescas o Casarrubuelos porque no podían encontrar un piso en Móstoles, Fuenlabrada, Getafe o Leganés. La separación de la familia es algo común en la clase trabajadora, a pesar de que a veces es necesaria para tener una vida independiente.

Necesitas a la tribu, pero no puedes permitirte sentarte junto a ellos. Puede parecer contradictorio si vienes de un entorno privilegiado, pero es una realidad cotidiana entre los más vulnerables. «Lo que no podemos hacer es que el hijo o la hija viva al lado de la madre», dijo Gonzalo Bernardos con un tono condescendiente y paternalista, sin comprenderlo.

La clase trabajadora necesita tener a los abuelos cerca para poder pensar en tener hijos y cuidar de ellos mientras la pareja trabaja, ya que no pueden costearse cuidados privados y faltan lugares públicos. Además, una madre soltera de clase trabajadora necesita estar cerca de sus seres queridos. No entienden la realidad de la gente común y creen tener derecho a decirles cómo y dónde vivir. Esto ocurrió en 1979 y sigue sucediendo ahora.

FUENTE

Sergio R. Lombera
Sergio R. Lombera
Sergio Rodríguez, redactor y editor del destacado periódico online ParlaHoy.es. Con una pasión inquebrantable por el periodismo, trayendo noticias frescas y relevantes a la comunidad de Parla. Teniendo compromiso con la objetividad y la calidad editorial intentando reflejarlo así, en cada artículo que escribo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Comentarios recientes